El carácter, es nuestra manera de ser y vivir, es esa parte de nuestro ser que nos distingue unos de otros, es esa parte que nos da identidad.
Muchas personas creen nacer con su propio carácter, (pero aunque nacemos con ciertas tendencias a responder o enfrentar situaciones de cierta manera no podemos llamarle carácter, sino temperamento, aunque las abuelitas digan: nació con el carácter de su abuelo).
Sin embargo, nuestro carácter se forma al seguir ejemplos y modelos, sean buenos o malos. Desde Albert Einstein hasta el “malo de la escuela”, desde Michael Jordan hasta la “abuelito José”. Todos ellos formaron nuestro carácter. Queríamos ser como ellos o deseábamos ser totalmente diferentes a ellos. Cuántos de pequeños deseábamos ser como papá o mamá.
Al igual que un bebé, nosotros al “nacer en Cristo”, también tenemos “nuestro temperamento”, nuestra forma de enfrentar la vida. El problema es que al ser nuevas criaturas, cargamos como temperamento nuestra vieja naturaleza, esa es la herencia de nuestros abuelitos Adán y Eva. Una naturaleza de pecado, es decir una inclinación a buscarlo.
Como resultado, al enfrentar nuestra vida en Cristo, muchos deseamos responder como lo haría nuestra vieja naturaleza: ira, lascivia, mentira, odio... ese es nuestro “temperamento”.
Sin embargo, nuestro carácter cristiano también se puede y debe formar, no solamente a través de modelos humanos (aunque Pablo decía que podíamos imitarle) sino a través de un ejemplo más alto; Jesucristo nos dice que el carácter cristiano, el carácter perfecto, se forma a la luz de un solo ejemplo: Nuestro Padre Celestial.
Si deseas tener el carácter de Cristo, no puedes hacerlo solo a través de la información que recibes, debes seguir sus pasos, su ejemplo. De la misma forma en que un maestro no puede formar el carácter de sus alumnos sino solo enseñarles “valores” de lo que es correcto o no. Tú no podrás ser cristiano solo por escuchar un sermón (Aunque lo predique Charles Spurgeon, Miguel Quintero Jr. o el Papa).
Como niños espirituales, como nuevas criaturas, nuestras palabras al expresar nuestro más profundo anhelo deberían ser: ...yo quiero ser como papá Dios.
Muchas personas creen nacer con su propio carácter, (pero aunque nacemos con ciertas tendencias a responder o enfrentar situaciones de cierta manera no podemos llamarle carácter, sino temperamento, aunque las abuelitas digan: nació con el carácter de su abuelo).
Sin embargo, nuestro carácter se forma al seguir ejemplos y modelos, sean buenos o malos. Desde Albert Einstein hasta el “malo de la escuela”, desde Michael Jordan hasta la “abuelito José”. Todos ellos formaron nuestro carácter. Queríamos ser como ellos o deseábamos ser totalmente diferentes a ellos. Cuántos de pequeños deseábamos ser como papá o mamá.
Al igual que un bebé, nosotros al “nacer en Cristo”, también tenemos “nuestro temperamento”, nuestra forma de enfrentar la vida. El problema es que al ser nuevas criaturas, cargamos como temperamento nuestra vieja naturaleza, esa es la herencia de nuestros abuelitos Adán y Eva. Una naturaleza de pecado, es decir una inclinación a buscarlo.
Como resultado, al enfrentar nuestra vida en Cristo, muchos deseamos responder como lo haría nuestra vieja naturaleza: ira, lascivia, mentira, odio... ese es nuestro “temperamento”.
Sin embargo, nuestro carácter cristiano también se puede y debe formar, no solamente a través de modelos humanos (aunque Pablo decía que podíamos imitarle) sino a través de un ejemplo más alto; Jesucristo nos dice que el carácter cristiano, el carácter perfecto, se forma a la luz de un solo ejemplo: Nuestro Padre Celestial.
Si deseas tener el carácter de Cristo, no puedes hacerlo solo a través de la información que recibes, debes seguir sus pasos, su ejemplo. De la misma forma en que un maestro no puede formar el carácter de sus alumnos sino solo enseñarles “valores” de lo que es correcto o no. Tú no podrás ser cristiano solo por escuchar un sermón (Aunque lo predique Charles Spurgeon, Miguel Quintero Jr. o el Papa).
Como niños espirituales, como nuevas criaturas, nuestras palabras al expresar nuestro más profundo anhelo deberían ser: ...yo quiero ser como papá Dios.
“…Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto…”
Jesucristo en la montaña.
2 comentarios:
BUenisimo! Uno de nuestros problemas (es algo que comentaba en uno de nuestros grupos de discipulado) es que toda la vida, desde pequeños, se nos desarrollaron los sentidos, la carne, pero nunca se nos desarrollo lo espiritual, asi que cuando conocemos al Señor es como volver a empezar, de hecho: es volver a empezar...
Bendiciones...
Fausto
Bendiciones a Tí Fausto!
Cuando trabajaba con niños que tenían problemas motrices, uno de los ejercicios que comenzabamos a hacer era "enseñarles a gatear" (andar a gatas como los bebés) precisamente porque tenían que "repetir lo que les había faltado"... definitivamente debemos comenzar a "gatear en Cristo"
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